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Hablemos de mascotas - 1010 - 81 - 39

En la mayor parte de los países occidentales el número de hogares que cuentan con mascotas es cada vez mayor, eminentemente perros y gatos, ha crecido firmemente en las últimas décadas, aunque tambien se elige como mascota a otros animales como guacamaya . Sin embargo, la utilización del término mascota ha recibido diversos cuestionamientos en tanto no respetaría la integridad del animal. En su sitio muchos autores han optado por la utilización de la expresión animal de compañía, la cual connotaría una relación más igualitaria. No obstante, esta expresión también ha recibido cuestionamientos y no necesariamente resulta reemplazable con el término mascota.

Mascota contra animal de compañía parece reflejar la forma dual en la que estos animales son considerados y tratados. Se exponen desarrollos sobre el origen de la posesión de mascotas y su evolución histórica, y se discuten a partir de los más recientes cambios culturales. Finalmente, como conclusión, se resalta el potencial de estos animales para confrontar a las personas respecto de su posicionamiento antropocéntrico en el planeta, fomentando un acercamiento más igualitario hacia los animales y el mundo natural.

¿QUÉ ES UNA MASCOTA? OBJETOS Y MIEMBROS DE LA FAMILIA

Hace 2 o bien 3 años, en uno de los paseos frecuentes que realizamos con mis perras por el parque, comenzaron a jugar con un cachorro de Beagle de unos seis meses de edad. Noté que el can andaba con complejidad y le pregunté a su dueña por esto. Ella me comentó que se trataba de una nosología crónica de los nervios de las patas traseras de origen impreciso, que al principio había pasada inadvertida en tanto el animal era pequeñísimo al instante de su adquisición, mas que luego se había hecho muy evidente.

Me contó que después de una serie de estudios veterinarios había ido al criadero a solicitar el reembolso de su dinero, debido a la patología del animal. El criador le había referido que posiblemente no se tratase de un inconveniente congénito, en tantos los padres y hermanos del perrito no habían mostrado un cuadro similar. De todas maneras, el hombre habría admitido su reclamo, ofreciéndole 2 alternativas: entregarle un nuevo cachorro o bien reembolsarle su dinero; claro, siempre que ella devolviera el cánido enfermo al criador. La mujer manifestó que no estaba dispuesta a entregar al animal, en tanto había comenzado a formar un vínculo con él y suponía que el criador terminaría por sacrificarlo. Esto parecía haber aumentado su indignación hacia el despiadado criador.

Le pregunté entonces qué haría si volviera al instante de la compra: si escogería a su can o si elegiría a un hermano sano. Ella se mostró desconcertada, y sin lograr responder, velozmente arremetió de nuevo contra la ética del criador y refirió sus intenciones de denunciarlo.

INTRODUCCIÓN

Ancestralmente, en distintas etnias cerca de todo el mundo, los animales han sido respetados como compañeros esenciales en la supervivencia y en la salud de las personas. Muchas tradiciones espirituales han honrado las relaciones entre humanos y las formas de vida animal, como una parte de la interconexión con el planeta natural y espiritual (Serpell, dos mil seis).

Sin embargo, las actitudes humanas hacia los animales han sido extraordinariamente variables y que come la cacatua arbitrarias entre diferentes etnias. Probablemente estas diferencias tengan un origen tanto materialista —existiendo motivos económicos relacionados— como asimismo en las connotaciones emocionales y simbólicas particulares (Kobayashi, 2011; Serpell, 1996). Los animales son esenciales para sociedades de cazadores-colectores y ganaderos, que se basan en ellos de forma directa para obtener comida, lana, cuero, herramientas y otros materiales. Asimismo, son fundamentales en las sociedades agrícolas y en las civilizaciones que surgieron de estas, donde además de materiales proveían fuerza motora (York & Mancus, 2013).

Los animales han tenido una profunda influencia en las diferentes sociedades humanas desempeñando un rol esencial a lo largo de la historia de la humanidad (York & Mancus, dos mil trece). Hoy en día constituyen uno de los componentes naturales de mayor significado social y económico, científico y cultural de un país (Páramo & Galvis, 2010). Los humanos emplean animales de múltiples formas, mayormente en relación a productos tangibles o servicios, como ser la producción de alimentos o bien pieles, transporte, seguridad o bien investigación biomédica (Sandøe, Corr, & Palmer, 2016).

Al paso que la mayoría de los animales domésticos son explotados con indiferencia desde los recursos económicos y los servicios prácticos que proveen, existe una categoría totalmente diferenciada de animales domésticos, la cual, por motivos no obvios, está excluida de este trato (Serpell, 1996; Serpell & Paul, mil novecientos noventa y cuatro). Estos animales, son mantenidos en los hogares de las personas donde semejan tener un objetivo escasamente definido. A estos nos referimos usualmente como mascotas (Sandøe et al., dos mil dieciseis); y los animales que prototípicamente representan esta categoría son los perros y los gatos.

En la mayoría de los países occidentales, el número de hogares que cuentan con perros o gatos ha crecido firmemente en las últimas décadas (Serpell, dos mil dieciseis). En USA en el año dos mil once más de un tercio de los hogares tenían uno o más perros, y poco menos de una tercera parte tenía uno o más gatos (American Veterinary Medical Association, 2012). Cálculos más recientes efectuados por la American Pet Products Association (s.f.) estimaron que entre el dos mil quince y el 2016 más del cuarenta y cuatro por cien de los hogares estadounidenses contarían con cuando menos un perro de compañía. En la Unión Europea en el 2014 se encontró que poco más del veinticinco por ciento de los hogares tenían al menos un gato, y alrededor del 18 por ciento tenía por lo menos un can (European Pet Food Industry Federation, dos mil catorce).

El informe recientemente publicado por el Ministerio de Hacienda respecto de la posesión de animales de compañía en la Urbe Autónoma de Buenos Aires (Dirección General de Estadística y Censos, 2016) estimó una población sutilmente superior: cuatrocientos treinta con cero perros, a razón de un can cada setecientos catorce personas, y 250,000 gatos, a razón de un gato cada ciento veinticinco personas.

Las mascotas pueden variar ampliamente, incluyendo diferentes especies de mamíferos, aves, peces y reptiles. En el último relevamiento demográfico de animales de compañía publicados respecto de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires por el Instituto de Zoonosis Luis Pasteur, se estimó un total de ochocientos sesenta y cinco mil novecientos ochenta y cuatro animales. De estos, el cuarenta y nueve y diecinueve por ciento eran caninos, veintitres y ochenta y siete por cien felinos, 13.69 por ciento aves y trece y veinticinco por ciento de otras especies (Bovisio et al., dos mil cuatro).

Al paso que las relaciones establecidas con ciertos de estos animales resultan relativamente parasociales y unilaterales (y también.g., tortugas, peces), las relaciones establecidas con otras mascotas, como perros y gatos, implican compañía, contacto físico y bienestar. No obstante, podemos englobarlos a todos en una misma categoría y referirnos a todos bajo el término. Entonces, ¿qué es una mascota?

¿CÓMO SE DEFINEN?

En castellano la palabra mascota tiene 3 acepciones, en tanto designa una persona, animal o bien cosa que sirve de talismán atrayendo buena suerte, un género de sombrero flexible, y un animal de compañía (Diccionario de la RAE, 2014). La lengua castellana lo tomó del francés mascotte, préstamo tardío (de 1867) del provenzal mascoto, que en francés significa “brujería, embrujo”, y que se propagó a partir a la opereta de Audran La Mascotte de mil ochocientos ochenta, que rondaba en torno a una joven que atraía buena suerte (Currel, dos mil seis).

En inglés, mascota (pet) tiene diferentes acepciones, pero aquella que se refiere al animal de compañía lo define como un animal típicamente domesticado o bien amansado, que es mantenido por placer o compañía (Stevenson, dos mil diez).

En las definiciones de mascota, en tanto animal de compañía, se destaca la tendencia a discriminar los animales mantenidos esencialmente por motivos sociales, emocionales o bien sentimentales (i.e., mascotas) de aquellos animales mantenidos por propósitos económicos o bien prácticos (i.e., animales de trabajo, ganado, animales de experimentación). De todas formas, se reconoce que ambas categorías puedan superponerse en la práctica, como sucede con los perros lazarillos o bien perros pastores (Serpell & Paul, 2011).

Una definición ampliamente admitida de la mascota como animal de compañía, la describe como aquel animal que se halla bajo control humano, vinculado a un hogar, compartiendo intimidad y proximidad con sus cuidadores, y recibiendo un trato singular de cariño, cuidados y atención que garantizan su estado de salud (Savishinsky, 1985). Aunque los humanos han mantenido como mascotas una gran variedad de animales —incluyendo grillos, tigres, cerdos, vacas, ratas, cobras, caimanes, águilas— los animales prototípicos que identifican la categoría mascota son los perros y los gatos (Herzog, 2012).

En nipón es posible llamar a una mascota como petto o como aigandôbutsu (literalmente “animales para amar y con quienes jugar [o disfrutar]”); y mientras que ciertas especies, como perros y gatos, son referidos de las dos formas, otras como los grillos o escarabajos —en su conjunto llamados mushi— son referidos en la literatura usualmente como petto, pero nunca como aigandôbutsu (Laurent, dos mil).

En la cultura occidental, en nuestros días el término mascota no disfruta de popularidad en tanto no respetaría la propia integridad y dignidad de los animales (Sandøe et al., 2016), y animal de compañía ha sido preferido por muchos estudiosos en el campo de las interacciones humano-animal. Este último término pastor aleman hace referencia a la principal función que la gente refiere de muchos de estos animales y a la vez connota una relación de mayor igualdad (Staats, Wallace, & Anderson, 2008; Walsh, 2009).

La expresión animal de compañía se ha mostrado asimismo problemática, en tanto el término de compañía, o bien en inglés también compañero (companion), pasa por alto el hecho de que los humanos son normalmente considerados los dueños de sus compañeros no-humanos; y, además de esto, animal obscurece el hecho de que los humanos asimismo son animales (Redmalm, 2013). Algunos autores rechazan también este término en tanto muchas mascotas no se configuran como compañeros (e.g., Herzog, 2012).

De esta manera mascota y animal de compañía no necesariamente serían términos intercambiables, sino que el primero entendería un amplio rango de animales con los que las personas elijen vivir, y el segundo término reflejaría un subconjunto de mascotas con los que las personas tienen un vínculo especial y también interactivo (Sandøe et al., 2016).

Por otra parte, legalmente los animales de compañía son considerados propiedades (Irvine, 2004; Miller, 2011). Si bien resulta indiscutible que en tanto las personas compren animales legítimamente son sus dueños o dueños, diferentes organizaciones dedicadas a la protección de animales hacen referencia a sus tenedores como custodios, buscando reflejar la relación subjetiva que existe con el animal (Armstrong et al., dos mil uno). Aunque este término, cuando menos de manera simbólica, genera un corrimiento del modelo guacamaya de propiedad cara uno más bien familiar, tiende a situar la cuestión en un territorio de parentalidad; esto puede contribuir a la infantilización de estos animales al paso que carece de cualquier género de respaldo legal (Miller, dos mil once). A diferencia de quien tiene la custodia de un pequeño, quien ejercita la custodia sobre una mascota está autorizado a deshacerse de ella, venderla, castrarla o bien sacrificarla. Para Herzog (2012) los términos animal de compañía y protejo son solo ilusiones lingüísticas que aparentan que no poseyéramos a los animales con los que vivimos.

Se ha propuesto la incorporación legal de los animales de compañía como propiedad viviente y el reconocimiento de sus derechos legales (Favre, 2000; dos mil diez). Sin embargo, si estos animales son entendidos esencialmente como una clase de seres vivos que existen para brindar placer y compañía a los humanos, entregarle un valor intrínseco a su vida hace que sea cuestionable su posesión y posesión, sea que los llamemos mascotas o bien animales de compañía (Irvine, 2004).

Por su parte, el término mascota dejaría resaltar la asimetría y jerarquía que existe en la relación entre humanos y estos animales (Belk, mil novecientos noventa y seis). Por su parte destaca la situación paradójica que estos ocupan, siendo productos de mercado y al unísono siendo incluidos en la esfera humana como miembros de la familia (Redmalm, 2013). De esta forma, los perros y gatos de compañía pueden ser pensados como criaturas que hacen equilibrio entre la naturaleza y la cultura, simultáneamente incluidas y excluidas de un nosotros humano. Mascota versus animal de compañía refleja la manera dual en la que estos animales son considerados y tratados (Belk, 1996).